Ya no mato las plantas... y otras consecuencias del clima neerlandés

Cada lugar tiene un clima característico, que conlleva unas consecuencias determinadas. Algunas de ellas son obvias pero otras puede que ni se nos pasen por la cabeza hasta que llevemos un tiempo viviendo en un tipo de clima diferente al que estamos acostumbrados. En esta entrada te cuento cuál ha sido mi experiencia con el clima de los Países Bajos.

Hace algunos meses publiqué un artículo acerca del clima neerlandés, donde abordé tópicos como la frecuencia de lluvias, las temperaturas, las nevadas, etc. Lo enfoqué de un modo descriptivo y aporté datos para que resultara informativo y pudiera ofrecer una idea clara de cómo es el clima en este país. Tras leer ese artículo (haz click AQUÍ si todavía no lo has hecho), al pensar en el invierno en los Países Bajos se te podrán venir a la cabeza imágenes de cielos grises y calles mojadas, de abrigos impermeables, botas con suela de goma y bufandas, ¿verdad? A lo mejor incluso rememorarás el olor a chimenea y el sabor a té caliente. Y, al pensar en el verano, probablemente visualizarás terrazas llenas de gente tomando café al sol y agradables tardes frescas de echarse una rebequita por encima de los hombros, ¿no? Pues bien, a continuación te expongo un listado con otras consecuencias del clima neerlandés -sin orden de relevancia- que he experimentado tras pasar una temporada viviendo en el país.

  • A los pocos meses de venir aquí a vivir me tuve que comprar maquillaje nuevo, en tonos más claros. Cuando vivía en Málaga (España) siempre tuve la percepción de tener la piel muy pálida, pero luego vi que no, ¡era posible quedarme más blanca aún! Las escasas horas de sol en los Países Bajos y la poca intensidad de éste hicieron que mi maquillaje habitual resultase demasiado oscuro, como si llevase una careta puesta. Por si fuera poco, el maquillaje nuevo que me compré sólo me sirvió durante unos meses, porque seguí palideciendo a medida que pasó el tiempo. Diría que transcurrió algo más de un año hasta que el tono de mi piel se estabilizó.

  • También relacionado con el maquillaje, ya no necesito aplicarme polvos fijadores para sellar la base y demás productos en crema, dada la escasa humedad del ambiente en la zona donde vivo (en comparación con la humedad propia de Málaga).

  • Este bajo nivel de humedad, unido a la calefacción encendida durante horas en invierno, que reseca aún más el ambiente, hace que la piel de todo el cuerpo requiera con frecuencia una capita extra de crema hidratante, así que nunca falta un bote de crema en mi mesita de noche.

  • La baja incidencia solar me produjo también, con los años, una insuficiencia de vitamina D, de manera que ahora los suplementos de esta vitamina forman parte de mi desayuno diario.

  • Sabiendo todos estos efectos del sol o la falta del mismo sobre la piel, no te sorprenderá cuando te diga que apenas gasto crema solar protectora, de hecho, más de un bote he tirado a medias por temor a que estuviera ya caducado. Además, las pocas veces que la utilizo, con que sea de factor de protección 15 es suficiente.

  • Ya no me suele apetecer vestir de negro. Con lo blanca que me he quedado, me parece que el negro ya no me favorece y, además, con lo oscuros que son los días de por sí -gran parte del año- casi siempre acabo prefiriendo vestir con tonos más claros o colores vivos y alegres, digamos que para “compensar” el ambiente.

  • A veces, cuando salgo a la calle en invierno, parece que vaya en “modo incógnito”, como en la foto -ésa soy yo, ¿me reconoces?-, y es que hay días que si no va uno así se le congelan hasta las ideas. Tengo que echar un rato en vestirme y ponerme todos los accesorios antes de salir… ¡qué paciencia tiene mi perra cuando espera en la puerta antes de su paseo! Además, como podrás imaginar, la ropa de invierno ocupa ahora la mayor parte de mi armario y la mayoría de vestidos veraniegos que usaba en el sur de España han sido jubilados para dejar paso a jerseys, camisetas térmicas y bufandas.

  • Desde que vivo en los Países Bajos es muy raro que me resfríe, de hecho, sólo tengo el recuerdo de que me haya ocurrido una vez. Como las casas tienen calefacción en todas las habitaciones y en la calle hay poca humedad, no suelo pasar frío y, en consecuencia, mi ratio de resfriados ha disminuido de dos o tres anuales a uno en seis años. Punto a favor, indiscutiblemente.

  • Hay que tener cuidado conduciendo en otoño ya que caen al suelo tantas hojas de árboles que pueden patinar un poco los neumáticos. Esto me recuerda a cuando vivía en Málaga y, con las primeras lluvias del año, se formaba un barrillo en las carreteras que deslizaba mucho y obligaba a tener mayor cuidado al volante. Aquí llueve todo el año, así que las carreteras se mantienen bastante limpias, sin formación de barro, pero lo de las hojas caídas no es para menospreciar.

  • Mi lista de tareas del mes de noviembre incluye llevar el coche al taller para que le cambien los neumáticos, y de nuevo en marzo, y es que durante la estación fría utilizamos neumáticos de invierno (winter banden). No son obligatorios en el país y tampoco son muy necesarios, pero sí convenientes. Además, sí son obligatorios en uno de nuestros países vecinos, Alemania, destino frecuente de vacaciones o escapadas de fin de semana de muchos neerlandeses, por lo que la mayoría realiza también el cambio de neumáticos.

  • Pero no todo es lluvia y frío en el país. En los meses de primavera y verano, las terrazas se llenan de personas que salen como lagartos a tomar el sol. Y es que los neerlandeses saben muy bien disfrutar del clima favorable, ya sea en el patio trasero de su casa, en las terrazas de las cafeterías o en el campo, de excursión. En estas épocas del año, se oye a través de las ventanas abiertas un ruido de fondo, como de vida en la calle, que contrasta con el silencio de los días invernales. El olor a barbacoa inunda las calles, especialmente los fines de semana, las plazas se llenan de niños jugando a la pelota y en los parques se reúnen grupos de personas practicando deporte al aire libre y dueños de perros paseando a sus fieles amigos. Así, las largas tardes -recuerda que no anochece hasta pasadas las 23´00 horas- adquieren un aire vacacional y de relax muy agradable que me recuerdan siempre al idílico concepto del white picket fence.

  • Por último, ya no mato las plantas que tenemos en casa. Por supuesto que nunca lo hice a propósito, pero aún así sucedía. Que si demasiada luz, que si demasiado poca, que si demasiada agua, que si demasiado poca, que si habría que podarla, que si mejor no tocarla… No había manera de acertar. En Holanda, sin embargo, entre los veranos suaves y la calefacción en invierno, la temperatura en el interior de la casa se mantiene bastante estable, permitiendo que todas las plantas se adapten con fuerza y rapidez. Hasta he tenido que comprar maceteros más grandes para trasplantar casi todas las plantas de tanto que han ido creciendo; quién me lo iba a decir, ¡como sigan así se me convierte la casa en una selva!

¿Te imaginabas que vivir en un clima como el de los Países Bajos pudiera conllevar todas estas consecuencias? Yo creo que para mí lo más inesperado fue los inviernos sin resfriados. Y a ti, ¿qué te ha sorprendido más? Compártelo en la sección de comentarios.

¡Que pases un buen día! Fijne dag verder!